Texto y foto: Pedro Bohórquez Gutiérrez
Leyendo El libro de Azorín El Parlamentarismo español, obra que recoge unas sui géneros crónicas parlamentarias de los años 1904,1905 y 1916, en una amarillenta edición de bolsillo de la Editorial Bruguera del año 1967, reparo en que todos (o casi) los libros que poseo (que no son pocos) del autor de Monóvar proceden de mercadillos, librerías de segunda mano o descatalogaciones. El hecho no debiera extrañar y debe tomarse como síntoma del semiolvido en que tiene al autor el mundo editorial de nuestro días, a pesar de vivirse un tiempo de rescate de autores contemporáneos suyos, de todos los tamaños, grandes y menores. Incomprensiblemente sus lectores actuales parecen contados, siendo como es un modelo de aproximación al lector y de claridad en su prosa, sin que por ello rebaje nunca el rigor y la exigencia de su escritura.
No sé, es una impresión. Parece haber quedado relegado a la condición de escritor estilista y excesivamente literario, cuando sus crónicas lo desmienten y si vuelca su mirada en la historia o en la literatura, es para vivificarlas. Sin embargo, no goza de mucho aprecio general y ha quedado reducido a un lugar en los manuales de bachillerato y a un nombre más que los alumnos han de aprender para superar la selectividad. Si exceptuamos el aprecio que de tanto en tanto en tanto declara, con mayor o menor reserva, algún escritor en activo o, quiero suponer, el interés que se le debe de profesar en el mundo académico, está prácticamente olvidado. Al menos, en el mundo escolar, donde me muevo, su presencia es nula. Ilustra esta última afirmación, que puede parecer atrevida y categórica, que algunos ejemplares valiosos que poseo proceden de la descatalogación del fondo antiguo de la biblioteca de un instituto de secundaria (al frente de perfectos iletrados) donde trabajé un par de años hace más de una década. Todo Azorín (y alguno de sus contemporáneos) fue desalojado de las estanterías por una lumbrera para dar paso a bestseller horrendos (no solo de literatura juvenil, sino para pasto de algunos paladares profesorales estragados por este tipo de libros) y pasó a engrosar los volúmenes descatalogados amontonados en una mesita a disposición del alumno o profesor que desease servirse. Puedo dar fe de que no hubo empujones para apropiarse de las viejas ediciones de Azorín en Austral u otras editoriales respetables de antaño.
Todas estas obras que aparecen en la fotografía y otras muchas, casi todas las que poseo (por no decir todas), fueron adquiridas en mercadillos y librerías de segunda mano a lo largo del tiempo.
Fuente: Facebook de Pedro Bohórquez Gutiérrez.