COSTARÁ
Costará contarnos en la calle ocupados de hielo
o en los vasos vacíos de luz
que se va cirniendo sobre ojos de piedra o ser de las siluetas que el alba dibuja
creyentes, veedoras del trébol si crecen
como libélulas
en el agua verde de los juncos o en la voz
rota en la garganta.
Costará decirnos
en el tiempo necesitado de ir pasando a los acordes
como hojas ocres de esperanza nueva
y primaveras doliendo.
No es que los ritos
se equivoquen y no están frente al espejo
las miradas,
no si oigo en el umbral seco el viento, la queja del pájaro herido
de cimbrarse la fronda, avido el relato
entre un aire tangible,
sin perturbarse la aquiescencia, las horas y las palabras.
Y suponemos que en la noche al llegar el grito,
las formas distorsionadas y luego sol abriendo flores tóxicas, lúcidas
distancias que cubren los trenes entre el desamparo
del viento del este.
Nada cuenta pálida la madrugada, nada sino que la arena
es grande si la mar baja para dormirse lejos,
sino que un petirrojo ha devuelto su fiebre al vientre fértil
de la hojarasca.
Para mi amigo Paco.
Gonzalo Sánchez Núñez,
Prado del Rey, 21/11/2021.
Gracias, Gonzalo, por tus versos
Texto: Pedro Bohórquez Gutiérrez
Gracias Gonzalo, por tus versos. Tú puedes imaginar lo que Paco (como lo llamábais los amigos) ha significado y significa para nosotros, aunque nuestras vidas aparentemente hayan podido discurrir por caminos divergentes, pero solo en apariencia. Echaré de menos, sobre todo, la mirada de mi hermano, esa mirada desde los margenes en que decidió situarse, fuera de esa carrera hacia ninguna parte en la que nos han transformado, con nuestra connivencia o no, la vida.
El ritmo de mi hermano era otro, el del que sabe que la eternidad es posible encontrarla en el instante, como en el poema borgiano. Mi hermano no ha estado solo ni ausente de la vida. Ha sabido estar donde esta logra escapar a veces del tiempo inexorable y de la muerte: hasta en la enfermedad y la agonía crueles ha sabido instalarse en esa platarforma de sosiego, al margen del falso de devenir. Y aunque ha podido parecer solitario en algún tramo de su existencia en esa su manera de ausentarse de la vorágine de la temporalidad, ha sido como el marinero del romance que no dice su «canción» sino «a quien conmigo va».
Vida la suya de solitario aparente (rodeado de presencias) pero pleno de vida verdadera, de la que escapa a las medidas de los hombres, la que está más allá o más acá, de las mallas del tiempo y su falsedad, de la que la muerte no es sino su último corolario.
Nunca nada pasa del todo era el lema de mi hermano, con resonancias agustinianas (García Calvo), y en esa eternidad de los recuerdos no sometidos ni a fechas ni a medidas de relojes, reflejos de un más allá de lo aparente, caduco y perecedero, quiso situar su mirada, esa que tanto echaré de menos, y que era, es, el sello de su manera de estar en el mundo.