Texto: Pedro Bohórquez Gutiérrez
Las calles del casco antiguo de Ubrique han vuelto a acoger otro septiembre más a casi un centenar de pintores atraídos por el V concurso de pintura rápida al aire libre. Múltiples rincones y callejuelas de su trama laberíntica se han vuelto a transformar durante el día en un amplio taller colectivo abierto a todas las miradas, donde los pintores han encontrado suficientes y nunca repetidos motivos de inspiración y los paseantes han contado con el placer -añadido al de disfrutar de uno de los cascos viejos más pintorescos de la Sierra de Cádiz- de poder asistir al proceso de creación de obras de los estilos y técnicas más variadas. Por la tarde la Plaza del Ayuntamiento fue otra vez el escenario de una multitudinaria exposición donde los cuadros se mostraron terminados y, entre el olor a pintura aún fresca, público y artistas confundidos hacían sus personales apuestas, mientras el jurado deliberaba. Hubo doce premios, y el primero, merecidísimo, recayó sobre el joven pintor de Utrera Abraham Pinto, cuya obra recogía las ruinas del Rodezno, desde su interior y con una increíble y trabajada perspectiva aérea. En definitiva, Ubrique se convirtió ayer en una auténtica y desbordante fiesta de la pintura. Toda una demostración de que un pueblo puede pasarlo bien y divertirse sin necesidad de maltratar animales, bravos o no, atados a una cuerda y arrastrados por las calles.
Las calles del casco antiguo de Ubrique han vuelto a acoger otro septiembre más a casi un centenar de pintores atraídos por el V concurso de pintura rápida al aire libre. Múltiples rincones y callejuelas de su trama laberíntica se han vuelto a transformar durante el día en un amplio taller colectivo abierto a todas las miradas, donde los pintores han encontrado suficientes y nunca repetidos motivos de inspiración y los paseantes han contado con el placer -añadido al de disfrutar de uno de los cascos viejos más pintorescos de la Sierra de Cádiz- de poder asistir al proceso de creación de obras de los estilos y técnicas más variadas. Por la tarde la Plaza del Ayuntamiento fue otra vez el escenario de una multitudinaria exposición donde los cuadros se mostraron terminados y, entre el olor a pintura aún fresca, público y artistas confundidos hacían sus personales apuestas, mientras el jurado deliberaba. Hubo doce premios, y el primero, merecidísimo, recayó sobre el joven pintor de Utrera Abraham Pinto, cuya obra recogía las ruinas del Rodezno, desde su interior y con una increíble y trabajada perspectiva aérea. En definitiva, Ubrique se convirtió ayer en una auténtica y desbordante fiesta de la pintura. Toda una demostración de que un pueblo puede pasarlo bien y divertirse sin necesidad de maltratar animales, bravos o no, atados a una cuerda y arrastrados por las calles.