PAPELES AL VIENTO
Casiano López Pacheco
Marta del Castillo no va a aparecer en un futuro inmediato. Quizás nunca lo haga. Su fatídico y letal cruce con unos malnacidos que la asesinaron vílmente, para después urdir 7 confesiones distintas, que no han conducido a nada concreto, junto a las distintas vías policiales experimentadas -eficaces o lo contrario- según se mire, han proporcionado varias sentencias que no dejan satisfecho a nadie y sin embargo, han constatado una imagen fidedigna del tremendo fracaso de este enmarañado caso, y por ende, de la sociedad enferma en la que se ha incubado este horrendo crimen.
Los abuelos y los padres de la inocente Marta no encuentran ni paz ni sosiego. El caso ni se cierra ni se reabre. Permanece estancado como un pesado lastre en mitad de un río. Y mientras, la familia, no descansa ni podrá liberarse de esta presencia que permanece todavía aquí abajo implorando se cumpla el sentido de una palabra a la que se ha vaciado de contenido: la justicia.
El sol se levanta cada día y la vida sigue rodando tal como la conocemos desde siempre. Los asesinos, entre rejas, se resisten a tirar del hilo que despeje la madeja de incógnitas del asunto, quizá porque algo muy gordo, siniestro u oscuro, espera como una sorpresa al final del túnel. Entre confesar la verdad de verdad y encubrir con el silencio a quien sea, optan suicidamente por lo segundo.
Aunque prisioneros, desayunan, almuerzan y cenan y puede que incluso duerman. Ojalá, el espíritu errante de Marta se les aparezca cada día, hasta que con suerte, alguno enloquezca, o si Dios es misericordioso, mueran desesperados aunque se lleven el secreto a la tumba, si no es demasiado tarde.
Sea lo que sea lo que ocurra, la herida permanece abierta y más sangrante que nunca. Lo sabe la alimaña del Carcaño y su hermano. Lo sabe el Cuco, con su carita histriónica. Lo saben los padres y la familia de la víctima. Lo sabe la policía, encargada de las diligencias y custodio de las pruebas. Lo saben los jueces implicados, que no aciertan con la clave.
Y lo sabe, Marta -ausente pero presente- que espera sin saber qué demonios espera para poder descansar un día no muy lejano, en la paz de los muertos, mientras llega el Juicio Final.