Texto: Pedro Bohòrquez Gutiérrez
Museo de la piel de Allariz. No es la única concomitancia de este hermoso pueblo orensano, cuna del padre Feijoo y del escritor Vicente Risco, con Ubrique: un pasado dedicado a la curtición y al trabajo de la piel -aunque en el caso gallego ya es pura arqueología-; una parecida situación en un valle generosamente dotado por la naturaleza; una entrada por una avenida flanqueada por altos plátanos de indias que desemboca en un puente que da acceso a un casco antiguo de calles en pendiente, y hasta una iglesia con su esbelta espadaña sobresaliendo allá entre caserío, no blanco pero de un gris que recuerda al de la caliza. Los parecidos podrían ser mayores quizás si Ubrique hubiera sabido conservar muchos de los encantos naturales perdidos que una generación anterior pudo aún disfrutar y a cuya destrucción asistimos atónitos los que nacimos en los sesenta.
Las semejanzas entre Allariz y Ubrique están un poco forzadas por la imaginación. Habría que añadir que también están forzadas por el deseo. Y que establezco comparaciones con un Ubrique ideal, el que pudo haber sido y del que todavía es posible salvar algo.