Texto: Fernando Sígler Silvera.
La escenificación de la crujida de gamones invita a la búsqueda de parangones en el área mediterránea, si se acepta la teoría de que se trata de una práctica ancestral con raíces en el entorno del Mare Nostrum. Un testimonio periodístico de hace casi un siglo en el que se relacionaba la crujida de gamones con una ofrenda al patrón de los agricultores, San Isidro Labrador, el 15 de mayo, da cuenta de las impresiones que causó a un visitante la contemplación de esta celebración: «Por doquier dirigimos nuestros pasos, nos sorprende el mismo espectáculo. Grandes hogueras en derredor, de las cuales bullen en alegre algazara un sinnúmero de hombres, mujeres y niños, pero no es esto lo que nos pone algo excitados, sino las repetidas detonaciones, que no podemos precisar de dónde parten». Así presentaba el escenario el articulista, que firmaba como «Arcos», en su crónica aparecida el 27 de mayo de 1927 en Diario de Arcos y su partido(1).
Para subrayar lo sorprendente de esta práctica, el columnista había iniciado su escrito de manera irónica haciendo ver que lo que estaba a punto de descubrir era algo que distaba de la imagen que se había hecho de Ubrique como «pueblo acogedor y hospitalario». Así, decía: «Ahora estamos completamente sobrecogidos y a medida que transcurren los minutos se va apoderando de nosotros un terror indefinible». Ese «miedo» lo disipó así: «Por fin, más tranquilos, nos acercamos y descubrimos el origen de todo esto». Y lo que descubrió fue la crujida de gamones, pero no del 3 de mayo, sino del día 15: «El día 15 de mayo, San Isidro Labrador, y como ofrenda a este patrón de los agricultores, hacen estas hogueras, y con unas plantas que dicen aquí “gamones”, una vez caldeadas por el fuego, dan con ellos un fuerte golpe en el suelo, y producen las detonaciones».
Esa alusión a un «terror indefinible» propicia este «divertimento historiográfico», sin ninguna pretensión científica, escrito para apelar a que durante unas horas la musa Clío baje de su pedestal y disfrute con esta ocurrencia que pone su foco en el célebre grito histórico de «¡Desperta Ferro!».
Los elementos de la crujida de gamones son una vara más o menos puntiaguda (el gamón), el fuego (las candelas), un golpe certero mediante la inclinación del cuerpo, una superficie dura para el golpeo del palo, una explosión y un grito advocativo. Para un visitante foráneo, esta puesta en escena podía provocar un sentimiento sobrecogedor –y así lo dio a entender el viajero de hace un siglo que dejó constancia de su impresión en su crónica periodística–. En la Baja Edad Media, cuando la Corona de Aragón adoptó una política de expansión exterior hacia el Mediterráneo, tras haber concluido su actividad peninsular contra al-Andalus a mediados del siglo XIII, se valió de un instrumento emprendedor impulsado por los sectores más dinámicos de su territorio, los catalanes. La Compañía Catalana consolidó esta expansión ocupando en territorio griego Atenas y Neopatria, hacia 1311, durante el reinado de Jaime II, que aseguraron la influencia catalano-aragonesa en el Mediterráneo oriental. En esta política expansiva tuvieron un papel destacado los llamados almogávares(2), soldados mercenarios al servicio de la Corona de Aragón que ya habían intervenido en acciones bélicas en la Península Ibérica. La Crónica Catalana de Ramón Muntaner(3) da cuenta de sus actividades. Pues bien, estos almogávares, que habían sido liderados por Roger de Flor, adoptaron una puesta en escena terrorífica cuando su líder fue traicionado y asesinado por la corte bizantina. Golpeaban sus armas blancas contra el suelo, lo que provocaba un estruendo y que saltaran chispas de fuego por la fuerza del golpeo sobre la superficie dura. Y esta acción la completaban con un grito de combate que causaba pavor en el enemigo: «¡Desperta Ferro!» («¡Despierta, hierro!»). El cronista periodístico que visitó Ubrique hace casi un siglo ofrece un detalle sobre cómo se crujía el gamón, dando «un fuerte golpe en el suelo». Inclinación corporal, utilización de una herramienta larga y puntiaguda, golpe sobre superficie dura del suelo, chispas de fuego, estruendo, grito («¡Desperta Ferro!» en el caso de los almogávares; «A la salud del Día de la Cruz» en el caso de la crujida de gamones). Son elementos escénicos que guardan similitud, y es ese paragón el que ha servido para este divertimento histórico a la salud de quienes hoy rindan culto a la ceremonia de la crujida de gamones(4).
Notas:
1. «¿Dónde estamos?», por Arcos, en Diario de Arcos y su partido, n.º 202, 27 de mayo de 1927, pág. 2.
2. García de Cortázar, José Ángel: La época medieval (Historia de España Alfaguara II). Madrid, Alianza, 1979, págs. 458-459, Valdeón, Julio: «La Baja Edad Media. Crisis y renovación en los siglos XIV-XV» (Historia de España, 5). Madrid, Historia 16, abril 1981, págs. 60-68.
3. Muntaner, Ramón (1265-1336): Crónica catalana. Traducción castellana y notas por Antonio de Bofarull. Barcelona, Imp. de Jaime Jepús, 1860.
4. Isla Palma, Cristina (con Vilches Arenas, Jesús y Canto Pérez, Manuel): Crujía de Gamones (Ubrique). Documentación técnica para su inscripción en el CGPHA: BIC/ actividad de interés etnológico. Ubrique, noviembre 2021 [inédito]; Castro Rodríguez, Manuel: La crujida de gamones en Ubrique. Día de la Cruz y Noche de las Candelas. Ubrique, Ayuntamiento, 2020.