'A una ancestral y bellísima costumbre y tradición, en las ardientes noches del verano', por Julián Macías Yuste
Texto: Julián Macías Yuste
Deberían ser sobre los días de Santiago y el de Santa Ana, Patrón el uno de la querida España y Ella Patrona de los petaqueros y la marroquinería cuando se llegaba al vértice más caluroso del largo verano. Y en esos días del estío ubriqueño, de bastante calor para lo que en la Sierra acostumbraba, el pueblo, cuyo enclave en la falda del Tajo que se abre hacia poniente tenía la ventaja de que el altísimo murallón serrano hacía que se retrasara bastante el que recibiera los primeros rayos de Sol y que los tejados empezaran a calentarse mucho después de haber amanecido. No obstante, el aire se había ido calentando sobre manera y las rocas, en pocos minutos, adquirían calor, como de sartén a las ascuas.
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