'El peso de la traición', por Casiano López

LOS PARAÍSOS PERDIDOS
Casiano López Pacheco
Nada es para siempre. Nada dura eternamente aunque el sol que se levanta cada día sobre el horizonte sea el mismo y que nada nuevo exista bajo él. El amor lo sabe. Es una pompa de jabón que la brisa empuja a un verde prado donde terminará explotando tarde o temprano. Y es que cualquier pareja puede romperse a fuerza de desgastarse. La monotonía, la falta de proyectos comunes, la perdida de la ilusión, los desengaños, las infidelidades, los temibles cuernos, conducen indefectiblemente a la separación o al divorcio, haya niños o no, de por medio. Entre las posibles causas de esta tragedia cotidiana, el juego de los engaños amorosos lidera la lista. Todos sabemos de amigos-as que se han divorciado e incluso conocemos sobradamente el dolor y la soledad forzada que provoca un cataclismo de esa envergadura en una vida que parecía normal y corriente.

Sin embargo, ya estamos acostumbrados a esa desdichada rutina; a esa rueda de rupturas que nos dejan boquiabiertos si uno-a cercano a nuestro círculo experimenta semejante trance.
Por eso, se han resquebrajado los pilares indestructibles del templo en los que creíamos a píes juntillas, cuando el otro día, Antonio Alcántara, le puso la cornamenta afilada a su querida Mercedes, en la incombustible serie estrella de TVE, Cuéntame.
No hizo falta ninguna escena subida de tono- unos muslos torneados, un pecho fugaz, un roce de los cuerpos- ni siquiera un húmedo beso entre los dos. Sólo el impacto de ver a uno de los iconos de las parejas estables de ficción, acostado con la dulce Ariadna Gil, supuso un golpe letal.
A partir de ahí, temblaron las redes sociales y una ola de aversión y odio, fluyó veloz camino del seductor personaje encarnado por Imanol, al que Mercedes echará de casa con toda lógica. A la dignidad del engañado-a no le queda otra opción.
Poco importa entonces que la Venezuela post-chavista juegue peligrosamente en torno al caos. Que Putin-ese hijo de P…. -, imite a los americanos en la defensa de sus intereses en el desafío ucraniano al que se ha lanzado raúdo.
Como poco importa que José M. del Nido haya ingresado en prisión-faltan tantos- para cumplir su mediático vía crucis particular por el saqueo del Ayuntamiento marbellí. O que Pedro Pacheco espere impaciente la resolución de sus juicios, para comprobar si imita los pasos del ex presidente sevillista.
Ni tampoco que nos hayamos convertido en los guardianes de la puerta Sur de acceso de los parias del continente olvidado, para que los ricos y opulentos del Norte puedan hacer el amor a las blancas vikingas y walkirias de rubios cabellos y dormir tranquilos después.
Bagatelas, no son más que bagatelas. La traición del patriarca de los Alcántara nos ha impresionado 1000 veces por encima las trivialidades que he mencionado antes. Pues llegados a este punto sin retorno, ya no podemos creer ni en nada ni en nadie. Al final, terminaremos por convertirnos en marionetas sin hilos, acumulando polvo en el desván de los amores rotos, bulevar de los desamparados, esquina Calle Melancolía.

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