Crónica de Antonio Morales Benítez
Hablamos de dos instituciones culturales no muy conocidas y situadas en el extremo norte de la isla de Manhattan. Se trata de la Sociedad Hispánica de América, concebida como museo y centro de investigación de la cultura española por el magnate Huntington en 1904, y Los Claustros, un rincón medieval en Nueva York construido a partir de elementos arquitectónicos de varias abadías europeas y que funciona como una sección de su Museo Metropolitano. Pocos curiosos llegan a este lugar remoto del Harlem neoyorquino pero se trata de dos espacios inesperados y sorprendentes. El primero de ellos creado a partir de adquisiciones en la Península y Latinoamérica. Se trata de un edificio palaciego con un patio central en el que destaca la estatua de El Cid.
Conocido por albergar algunas de las obras maestras de Sorolla, entre ellas su mítica serie “Visión de España”, que tras ser restaurada por Bancaja fue expuesta por primera vez en España en 2009. Tras verla en Sevilla y Madrid, nos despedimos con un hasta pronto porque presentíamos que alguna vez nos íbamos a reencontrar con estos monumentales paneles en su lugar original.
Pero buscando este Sorolla en todo su esplendor uno queda sorprendido porque en la institución no faltan autores como Velázquez, Goya, El Greco o Zurbarán. Pero las sorpresas no acaban ahí, sino que en la sección de arte decorativo destaca la colección de cerámica, orfebreria y joyería.
Asimismo, su biblioteca alberga más de 600.000 libros, incunables, manuscritos y documentos; en el sección de manuscritos lo más significativo es la colección que el marqués de Jerez de los Caballeros vendió al millonario a principio del siglo XX. Menéndez Pidal lo consideró una pérdida peor que la de Cuba. Nobles arruinados dispuestos a malversar el patrimonio.
Por lo demás, a largo de la visita se observa que esta Sociedad no atraviesa sus mejores momentos, ante la falta de recursos y de visitantes, por la ausencia de promoción, y donde las condiciones de seguridad y conservación dejan mucho que desear.
Continuando en dirección norte, el metro no llega allí, aunque también se puede acceder en bus, y tras caminar un rato a través de un parque, llegamos a lo alto de una colina con vistas al río Hudson, un lugar apacible y alejando del ruido de la ciudad, donde se montó un monasterio medieval piedra a piedra a partir de varios claustros e iglesias de los siglos XII al XIV traídos, fundamentalmente, de Francia y España Inaugurado en 1938, entre sus joyas destaca el claustro de Cuxa, en Francia, o la capilla de Fuentidueña (Segovia). Se ha cuidado también los jardines con diferentes especies de plantas de la época característico de un jardín monástico.
Merece la pena perderse por este Harlem retirado y humilde para descubrir estos tesoros.