La fiesta implacable
OPINIÓN
Pedro Bohórquez Gutiérrez
La navidad y sus melodías me expulsaron ayer de mi vivienda, desde las cinco de la tarde hasta las dos de la madrugada. Los villancicos anglosajones y la zambomba castiza invadían hasta el último rincón del piso donde habito desde hace unos años entre otros cientos de resignados (supongo) vecinos de la avenida Fernando Quiñones y otras calles aledañas del parque Rafael Alberti, transformado en su plaza central (techo de una malhadada estación subterránea de autobuses) en una suerte de macro discoteca navideña al aire libre con su tonante y preceptivo regueton a toda pastllla -más ruido no se puede meter- entre actuación y actuación, para que el estruendo no decaiga y hagan cajas las empresas expendedoras de bebidas tan comprometidas con la cultura y movi...