Ronda ensimismante o nuevo elogio sentimental del acordeón (con permiso de Baroja)

OPINIÓN
Texto y fotos: Pedro Bohórquez Gutiérrez

El acordeón suena como si se supiera instrumento hecho para la nostalgia.
El acordeón suena como si se supiera instrumento hecho para la nostalgia.

A José Domínguez Hoyos

Ronda, febrero, más ensimismada que nunca, ahora que es invierno y hace frío y nubes negras cubren su cielo y filtran una luz tenue que impregna la atmósfera y las cosas de su grisalla inhóspita.
Ronda, febrero, congelada en su melancólica parálisis invernal, te detiene y aleja mucho más de la próxima estación.
Ronda y febrero, ensimismados y ensimismantes, te impregnan en su nostalgia triste como esa música de acordeón que nos llega en este mismo momento de un tiempo que parece tan lejano como el horizonte de la ciudad y su espejismo de infinitud, ahora mismo, un sábado por la tarde de un año cualquiera, sentado en los balcones del tajo.
Ronda y febrero te envuelven, sentado en su Alameda abierta al abismo, en esta tarde de un día cualquiera de invierno moribundo, como esos acordes tristes de acordeón, reflejos caprichosos arrancados al espejismo del pasado.
El ensimasmiento de Ronda te contagia e inmoviliza en el interior de esos acordes con que un músico callejero, zíngaro rumano, construye su humilde concierto para todos y para nadie, de una música extemporánea e ignorada que se esparce al aire de la tarde que sube cada vez más frío y helador del vacío cercano.
El acordeón suena como si se supiera instrumento hecho para la nostalgia, y de antemano hubiera renunciado al empeño de atraer a los paseantes, a pesar de los ritmos animados y bailables, que el instrumentista sabe arrancarle.
Música y músico humildes, ignorados, equivocados de lugar y como llegados de otro tiempo más lento y más cálido y humano, conocedores de antemano de su fracaso, y no por ello menos obstinados en su destino libre y errante, ante la indiferencia de unos transeúntes, turistas o no, hermanados por su aire abstraído, aterido y ausente, convertidos en figurantes espectrales de esta ciudad detenida, ensimismada y ensimismante.
Música humilde de acordeón que suena para sumirse en el olvido, allí donde otros febrero, bajo la misma luz triste y un mismo frío y la engañosa ansía de infinito, con que esta ciudad, Ronda, te paraliza y te expulsa, surgidos como recuerdos de otros tiempos, reflejos efímeros del espejismo del pasado.

Ronda, febrero, congelada en su melancólica parálisis invernal.
Ronda, febrero, congelada en su melancólica parálisis invernal.

 

 

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