A propósito del Centro de Interpretación de la Poesía de Villaluenga del Rosario: artículo de Pedro Bohórquez Gutiérrez

Foto de Azorín, dedicada a Pérez Clotet.
Foto de Azorín, dedicada a Pérez Clotet.

Texto y fotos: Pedro Bohórquez Gutiérrez

Azorín en Villaluenga del Rosario (Cádiz) en el año 1929. Esta fotografía dedicada al poeta Pedro Pérez Clotet es uno de los curiosos e interesantes documentos que se pueden contemplar en la casa museo que con el nombre un tanto pomposo Centro de Interpretación de la Poesía «Pedro Pérez Clotet» abre sus puertas en el pequeño pueblo blanco de la Sierra de Cádiz, de miércoles a domingo. La casa solariega del poeta de Villaluenga del Rosario, que dividió su vida entre Jerez, Cádiz, Ronda y su pueblo natal, ha sido rehabilitada con gusto y conservando la esencia de sus materiales primitivos, aunque habría que hablar más bien de remozamiento, pues recrea y mantiene una intensa atmósfera y sabor de época, trasladándonos a los comienzos del siglo pasado. La casa bien merece una visita, así como que conserve y amplíe su contenido expositivo y haga honor a un nombre, que delata un propósito ambicioso, Centro de Interpretación de la Poesía.
A su favor tiene las propias características de la casa, bella en su sencillez pueblerina sin perder por ello un porte de sobrio y austero señorío, y un aura tan auténtica y cargada de historia, y, también, su ubicación en uno de los pueblos más propicios al sentir poético de la provincia de Cádiz, donde el silencio se adensa y el tiempo discurre con lentitud.
También merece una visita por la, aunque parca, valiosa muestra expositiva, demostrativa, como la punta de un iceberg, supongo, de la riqueza de su fondo archivístico: el poeta Leopoldo de Luis en su «Poesía Andaluza Contemporánea» llegó a escribir de la biblioteca poética del director de la revista «Isla» -una de las muchas e importantes revistas literarias donde los poetas y escritores del 27, a la que suele adscribirse Pedro Pérez Clotet, dieron a conocer la nueva literatura del momento- que era una de las bibliotecas más completas del género en España.
Pueden contemplarse, aparte de la colección íntegra de «Isla» con su cuidada tipografía de época, las primeras ediciones del autor, cartas autógrafas de Ramón Gómez de la Serna; un poema autógrafo, con su personalísima caligrafía andalusí, del gran Juan Ramón Jiménez, o un documento estremecedor, la carta de un Miguel Hernández huido por las tierras de Andalucía en busca de la ayuda y el amparo de sus amigos poetas de derechas, dirigida a Pérez Clotet y fechada en Jerez, cuatro días antes de su detención en el paso fronterizo hacia Portugal de Rosal de la Frontera (Huelva), por donde entonces pasaban al país vecino muchos republicanos españoles. Hernández había recalado previamente por Sevilla sin más equipaje que una maleta de cartón, donde buscó la ayuda, que no pudo prestarle, del director conservador de los Reales Alcázares, el también poeta, natural de Los Palacios, Joaquín Romero Murube. Pedro Pérez Clotet, que abrió «Isla» al «poeta pastor» en los inicios de su carrera literaria y contribuyó a su descubrimiento y a la difusión de su obra, no se encontraba en esas fechas en Jerez, sino en Ronda, según los biógrafos del poeta de Orihuela (Agustín Sánchez Vidal -autor, para mi gusto, de la mejor biografía, a pesar de ser la más temprana de las tres que conozco-, José Luis Ferris y Eutimio Martín). Miguel Hernández, tras escribirle a Pérez Clotet y a su mujer, Josefina Manresa, se dirigió entonces a Portugal donde fue detenido en Moura (frente a Rosal de la Frontera), después de ser despojado del importe que obtuvo por la venta del reloj de oro que el poeta Vicente Aleixandre le había regalado por su boda y del traje azul con el que viajó a la URSS unos años años antes, tras ser denunciado por el mismo comprador, que lo confundió o sospechó de él como de un presunto ratero, a la policía del dictador Salazar. Esta, a cambio de la misera recompensa con que el gobierno español premiaba a los denunciantes de republicanos que intentaban pasar al país vecino (cinco pesetas), lo entregó a la Guardia Civil de Rosal de Frontera. Un número de la benemérita medio paisano suyo lo reconoció y allí, tras un interrogatorio acompañado de la consiguiente y cruel paliza, se inició el calvario por las cárceles franquistas que fue minando la salud del poeta oriolano y acabó con su vida.

Centro de Interpretación de la Poesía.
Centro de Interpretación de la Poesía.
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