Me emociona saber del acto de homenaje que se ha brindado recientemente en mi pueblo, Ubrique, a Juan Coronel Reguera, en su despedida de una larga vida profesional como profesor y sobre todo como director del IES Ntra. Sra. de los Remedios. Juan Coronel, para un gran número de ubriqueños como yo ha sido mucho más que el director del instituto donde hemos estudiado, en esos especiales años de la primera juventud, previos al inicio de nuestra vida laboral o de la también apasionante y crucial etapa de nuestra formación universitaria. Juan Coronel, para mí y para muchos, me consta, es toda una institución en nuestro pueblo, y una persona que con su estilo inconfundible ha marcado una etapa de nuestras vidas. Me enorgullece haber sido alumno de un instituto que es todo un referente educativo gracias a la ardua y constante labor desarrollada por quien lo ha dirigido durante 25 años con resultados, a la vista de todos, excelentes. Pero Juan ha sido también un profesor entrañable y cariñoso como pocos, caracterizado por esa arrolladora personalidad tan definida, amorosa con los suyos y guerrera y luchadora contra quienes supongan un obstáculo al desarrollo de aquéllos.
Creo que no exagero si digo que los cientos, miles de alumnos ubriqueños que hemos pasado por las aulas de Los Remedios durante los años en los que él ha sido su «alma mater», de alguna manera hemos sido como hijos suyos, una extensa y variopinta prole sobre la que él siempre ha extendido su manto protector, sabiendo procurarnos lo mejor para nuestra formación, en cuanto a recursos humanos y materiales, con tesón incansable y una generosidad infinita, y proporcionándonos toda clase de estímulos. Juan ha dicho que el acto celebrado por su despedida ha sido el día más feliz de su vida, y no cabe duda que así ha de ser cuando uno echa la vista atrás y se encuentra con una trayectoria plena de trabajo, retos, objetivos conseguidos y satisfacciones, no personales sino colectivas, pues toda una localidad y buena parte de su juventud a lo largo de todo este tiempo ha sido el gran beneficiario de tan admirable dedicación, de una labor cuidadosa y un amor incondicional derrochado hacia su instituto, sus compañeros, sus «niños», su gente, su pueblo… Juan Coronel tomó las riendas de un colegio pequeño y humilde en una época más precaria que la actual, y año tras año ha logrado convertirlo en un centro ejemplar y que muchos de los que hemos pasado por sus aulas, como alumnos, profesores o PAS, llevamos como bandera.
Me ha emocionado además ver a Juan rodeado de tantos queridos compañeros que también han sido profesores míos, a quienes sigo profesando admiración y afecto. Paqui Paredes me hizo disfrutar de la Historia y me enseñó a servirme de ella para interpretar el mundo que me rodea; Diego Candil nos inculcó la cultura del esfuerzo y la superación; José Luis Mancilla consiguió que amase aún más si cabe el arte y la cultura; Fermín Fatou conjuga a la perfección la ciencia y el humanismo en su inefable personalidad; Pablo Acosta Robles y Elena García Marín nos transmitieron valores humanos en amenas clases, divertidas reuniones e inolvidables viajes… La lista podría ser larga.
Estimado Juan, me ha conmovido verte, en tu despedida, rodeado del afecto de muchos, que yo me atrevería a decir que es el de todo un pueblo. Tanto que no he podido reprimirme a escribir estas apresuradas letras, que como se puede apreciar nacen directamente desde el cariño y la gratitud de un antiguo alumno.
Alejandro Pérez Ordóñez