OPINIÓN
Pedro Bohórquez Gutiérrez
La aparición de una fotografía en el grupo de Facebook «Ubrique en el recuerdo», cuya labor es encomiable, me hizo reparar en el olvido injusto en que yacen ciertas personas que de alguna forma, en su faceta profesional, destacaron por su papel y su aportación a la comunidad ubriqueña y hoy yacen en el olvido. Quiero referirme a una maestra, Francisca Gutiérrez García, hermana de mi abuelo materno, Bartolomé Gutiérrez García, y por tanto mi tía abuela.
En la fotografía, publicada en la citada página, doña Francisca aparecía (tercera por la derecha) en el homenaje que se le hizo con motivo de su jubilación a otra maestra de origen ubriqueño, Isabel Esquivel, en Mairena del Alcor, localidad sevillana donde desarrolló su actividad profesional, y al que mi tía asistió como amiga, colega y maestra que había sido (creo; si no es así, que alguien me corrija) de la homenajeada. Conservo una copia de la foto en un álbum que conservamos de mi tía. Podría dar la fecha exacta en que se hicieron el homenaje y la fotografía, pues mi tía se preocupó con meticulosidad de ordenar sus recuerdos en el citado álbum con elegante caligrafía. En la página de «Ubrique en el recuerdo» se solicitaba la identificación de «la otra maestra ubriqueña que aparecía en la foto», en referencia a doña Francisca. La mayoría de las respuestas eran vagas o equivocadas, o cuando no tampoco aportaban nada esencial de su biografía, ni siquiera su segundo apellido. Ello me impulsó a hacer un extenso comentario para reparar este olvido de alguna forma y hacerle algo de justicia. Su longevidad y su dedicación a la profesión con casi media vida la hacían merecedora. Su carrera arranca en los años veinte y se prolonga hasta los primeros años setenta. No puedo ser más preciso porque escribo confiado en mi memoria. De momento me limito a una semblanza apresurada y desde una perspectiva familiar y no hago otra cosa que ampliar mi comentario en el grupo «Ubrique en el recuerdo». Puede pensarse que mi condición de sobrino me sitúe en una perspectiva demasiado subjetiva y me ciegue, pero no creo equivocarme en lo esencial de mis apreciaciones cuando reivindico su lugar en la historia pequeña de nuestro pueblo, como maestra y como precursora de la incorporación de la mujer a los estudios universitarios.
Fue maestra, como digo, desde finales de años veinte, tras cursar la carrera de Magisterio en Cádiz, y hasta principios de los setenta. No tengo datos al respecto, pero es posible que figure entre las primeras ubriqueñas que accedieron a estudios superiores. Casi cincuenta años de servicio, más de media vida, dedicó al magisterio en la escuela pública, y atravesando regímenes políticos muy diversos.
Hoy no es muy recordada en su pueblo, donde no se le hizo en vida, que fue larga (falleció a comienzo de los noventa con más de noventa años), el reconocimiento que por su labor y su trabajo hubiera merecido como mujer ubriqueña pionera en su profesión.
Como alguien ha comentado en «Ubrique en el recuerdo», doña Francisca Gutiérrez García fue esposa del jerezano Francisco Díaz Baena, en segundas nupcias. Pero me gustaría más que fuera recordada, y supongo que a ella también, más que como la mujer de… como una mujer luchadora y trabajadora, que accedió a los estudios universitarios gracias al sacrificio de su familia, de condición modesta, cuando no era frecuente que la mujer estudiara para tener independencia económica y pudiera así realizarse profesionalmente y seguir una vocación, más allá del papel, casi exclusivo, de ama de casa que la sociedad le reservaba entonces (hablo de los años veinte y hasta no hace tanto). Su padre era José Gutiérrez Bohórquez, industrial corchero, y su madre Isabel García. Su padre aparece en la relación de miembros de la logia masónica «América», con exhaustividad estudiada por los historiadores Antonio Morales Benítez y Fernando Sígler Silvera (1), junto a su hermano Cristóbal Gutiérrez Bohórquez, carpintero, oficio que heredó mi abuelo materno, Bartolomé Gutiérrez García. De la relación de miembros de esta logia que tuvo larga vida e influencia en la vida cultural y política de Ubrique durante varias décadas extraigo estos datos sobre sus oficios, corroborados por la tradición familiar. El nombre simbólico de José era «Sixto Cámara» (2) y el de Cristóbal, «Bohórquez Gómez», mártir del republicanismo en el XIX, con cuya familia, a la que perteneció la maestra Ángeles Bohórquez o el médico Pedro Zarco Bohórquez, estaban emparentados. Debieron de ser, deduzco por su pertenencia a la logia, personas ilustradas y con inquietudes culturales. No debía de ser muy común, entre las clases medias trabajadoras, el empeño por dotar a una hija de una formación que aparejase asimismo su emancipación e independencia económica. Y en esta tarea mi tía contó con el apoyo de sus hermanos.
Doña Francisca dedicó más de la mitad de su larga vida, repito, a la noble tarea de enseñar en distintos lugares de la geografía española a donde le llevaron los destinos de su primer marido, Antonio Benítez Cáceres, militar de profesión (Huesca, San Roque, Ceuta) e hijo de militar y de una maestra que estuvo destinada en Ubrique, Doña Ana, en tiempo de doña Ángeles Bohórquez. No tuvo una juventud fácil. Su marido militar se mantuvo fiel a la República tras el golpe de estado del año 36 y salió de las cárceles franquistas, ya enfermo, para morir a los pocos días, mediada la triste década de los cuarenta. Días antes de obtener la libertad fue vacunado del tifus. No puedo ser más preciso porque hablo de memoria, de lo que supe de niño y de lo mi madre, Remedios Gutiérrez González (cuya perdida reciente aún nos duele), nos contó de nuestra tía Francisca. Yo sé de su buen hacer y de su paciencia como maestra: ya jubilada, me dio clases particulares, porque en el año 70 yo era un colegial distraído que echaba a volar la imaginación durante las clases de matemáticas y me perdía en un marasmo de números con las divisiones con decimales y de varias cifras y no me arriesgaba a declarar mi ignorancia, lo que en aquella época podía tener unas consecuencias impredecibles y nada gratas para nuestros tiernos mofletes infantiles.
Mi tía fue muy amiga de Isabel Esquivel, que, si no me equivoco, fue discípula suya, y como era una persona vitalista y que gozaba de buena salud creo que viajó con ella a Jerusalén, ya octogenaria avanzada. Tengo a mi tía Francisca por una buena persona, una luchadora en tiempos difíciles, de exquisita educación: toda una señora, merecedora de mejor suerte. Y de un recordatorio que nunca se le ha dedicado. Ejerció en la posguerra en varias localidades de la provincia, en Chipiona, en Ubrique y en las escuelitas rurales de la Vega o El Palmarejo. Tenía carnet de conducir, algo infrecuente en una mujer de la posguerra, aunque formada en los tiempos más abiertos a la modernidad de la II República. A mí me regaló mi primer Quijote (una versión adaptada, abreviada e ilustrada con pastas verdes que aún conservo), que leí con diez años y sin el peso de la obligación, movido por la atracción de las ilustraciones y porque me lo regaló mi tía Francisca. Aunque solo fuese por ese detalle y por el de poner orden en mi cabecita infantil para que comprendiera lo que para mí era un baile de números, le estaré agradecido por siempre.
Notas:
(1) Morales Benítez, Antonio y Sígler Silvera, Fernando: “Aportación al estudio de la masonería en el medio rural andaluz. La logia América nº 27, de Ubrique (Cádiz)”, en Ferrer Benimeli, J. A. (coord.): Masonería, política y sociedad, II. III Symposium de Metodología Aplicada a la Historia de la Masonería Española (Córdoba, 15-20 de junio de 1987). Zaragoza, Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, 1989, págs. 1101-1109. Sobre la misma logia, véase también un artículo de Antonio Morales Benítez en Papeles de Historia, nº 3, Ubrique, 1994.
(2) Sobre el nombre simbólico de Sixto Cámara, véase: Sígler Silvera, Fernando: La Primera República. Ubrique, 1873 . Editorial Tréveris, 2013.