El libro Memoria inacabada, de Prudencio Cabezas Calvo (1924-2022), vio la luz el jueves 7 de noviembre de 2024, a partir de las 18 horas, en el IES Nuestra Señora de los Remedios de Ubrique (Cádiz). Esta obra, editada por Tréveris, recoge los artículos que publicó el autor en la prensa en las dos últimas décadas, además de otros escritos inéditos. El volumen, de 228 páginas, contiene además contribuciones de familiares y amigos.
Tras la bienvenida a las personas asistentes por parte del editor Fernando Sígler, quien dio las gracias al instituto por haber cedido su salón de actos para la ocasión, tomó la palabra María José Cabezas Cabello, autora de uno de los artículos incluidos en el libro.
La intervención de María José Cabezas fue la siguiente:
«Yo tuve el privilegio de ser la primera de mis hermanos (¡y soy la quinta ¡) que estudió en este Instituto. Aquí hice 1º de BUP, 2º y 3º de BUP . Aquí tuve magníficos profesores, como don Juan Tinoco que me descubrió el mundo clásico y me hizo amar la asignatura de Latín desde el primer momento, desde la primera clase que tuve con él en 2º de BUP.
Me siento por esto muy afortunada de volver a mi Instituto, el Instituto que gracias al tesón y voluntad de mi padre y otros amigos suyos hicieron que se construyera este edificio para la educación de todos los jóvenes de este pueblo, en una época en la que no todo el mundo estudiaba.
Y muy orgullosa de volver aquí con motivo de este acto de presentación del libro de mi padre “Memoria Inacabada” que contiene solo alguno de sus escritos. Con su lectura, que yo aconsejo se haga poco a poco, podemos aprender acerca de la filosofía de vida de un hombre ÚNICO, inigualable, que se hizo a sí mismo gracias a su inteligencia y a su más que poderosa voluntad. Muestra de esa gran inteligencia es que siempre se rodeó de buenos amigos como Miguel Bohórquez, Fermín Fatou o el Dr. Zarco desde su más tierna infancia; y que buscó a una compañera de vida tan inteligente como él, mi madre Julia Cabello Janeiro.
Como latinista, termino citando a Cicerón: “Vita enim mortuorum in memoria vivorum est posita”, que podríamos traducir libremente como que “Siempre permanecerán vivos de alguna manera los que se fueron, si mantenemos viva su memoria”.
Y para esto este libro.
También me he permitido hacer un pequeño video con las fotos más representativas de la vida de mi padre.
Gracias por venir y espero que disfrutéis de la lectura del libro».
A continuación, intervino Pedro Bohórquez Gutiérrez, profesor de Literatura en el IES Nuestra Señora de los Remedios y colaborador en la localización, selección, revisión y corrección de textos de la obra. Su intervención se reproduce en este enlace.
Seguidamente, José Manuel Cabezas Cabello, alma mater de esta edición y coautor del libro, con dos artículos incluidos en el apartado de Contribuciones. José Manuel Cabezas Cabello expresó lo siguiente:
«Buenas tardes y muchísimas gracias por asistir y compartir con nosotros este homenaje a mi padre en su centenario. Estoy muy impresionado por contemplar desde dentro este templo de la sabiduría que es este instituto por el que tanto luchó mi padre y cuya primera directora fue mi tía Ana Eugenia Arenas Gómez; para ella y para todos los que ya no están con nosotros mi más emocionado recuerdo.
Voy brevemente a dar unas pinceladas del contexto familiar y social en el que crecí. Tuve una suerte inmensa al nacer y vivir en Ubrique los nueve primeros años de mi vida y de tener unos primos hermanos de mi edad, como Juan Manuel González Cabezas, aquí sentado a mi derecha; Manolo Cabello Izquierdo, a quien le deseamos lo mejor en estos duros momentos y Manuel Ángel Arenas Cabello. Hoy en día es difícil encontrar familias tan numerosas con más de treinta primos hermanos como la mía.
Los nombres de las personas imprimían carácter y era costumbre de siglos atrás nombrar a los recién nacidos con nombres de sus abuelos paternos y maternos para continuar la saga.
Nombres tales como Prudencio, Esperanza, Fe, Caridad o compañeros míos como Benigno, Cándido, Justo, Faustino, reunían en sus nombres virtudes deseables. A veces me pregunto por qué se les asignaban denominaciones tales como Dolores, Angustias, Martirio, etc.
Pasé sesenta y cuatro años de mi vida junto a mi padre, una leyenda carismática que nació el mismo año que Truman Capote, Marcelo Mastroiani, Charles Aznavour, Marlosn Brando, Lauren Bacall o Jimmy Carter, éste último el único que ha llegado a los cien años y aún vive.
Crecí entre libros, libros secretos y prohibidos editados en Sudamérica por el FCE; revistas como Triunfo, Hermano Lobo, La Codorniz y, sobre todo la revista de Occidente fundada por José Ortega y Gasset. La huella de Ortega es omnipresente entre sus hijos hasta el punto de que hace un mes en la concesión de la medalla de oro de la ciudad de Vélez-Málaga a un gran amigo mío; éste recordó que en el internado donde estudiábamos en mi dormitorio sólo tenía un gran poster de Ortega y Gasset con la frase Yo soy yo y mi circunstancia…Voy a huir deliberadamente de los clichés. Siempre se dice que las personas tenemos claros y oscuros; luces y sombras; virtudes y defectos, cosas positivas y negativas; buenas y malas: estereotipos todos que paralizan y anestesian el pensamiento crítico. Desde muy pequeño estuve expuesto a un lenguaje culto, casi pedante, rebuscado y culterano. Hoy en día sabemos que el pensamiento abstracto no se desarrolla hasta bien entrada la adolescencia; pues bien desde niño estuve expuesto a palabrejas tales como demiurgo, imponderable, irremisible, esteticismo tacticista,, insularidad, sicalíptico, ocotito, etc.. Mi padre se alejaba de los clichés y se expresaba con originales metáforas: caerse era perder la verticalidad o la perpendicularidad; acostarse era horizontalizarse, preguntar era evacuar una consulta, ¿ quién está al aparato? era su forma de decir Dígame, y así continuamente incluso con términos en francés o latín. Por todo lo anterior, cuando a mediados de los años setenta del siglo XX estudiaba filología inglesa en Málaga y Granada tenía ya la ventaja de haber leído a Shakespeare, Dickens, Daniel Defoe, Jonathan Swift, Oscar Wilde ,etc.., mientras que otros compañeros procedentes de la Andalucía rural provenían de familias con acceso casi imposible a los grandes clásicos de la literatura universal.
Este libro se ha publicado pensando en las nuevas generaciones, sus nietos y bisnietos para que puedan acercarse a una figura tan extraordinaria, tan inclasificable y tan auténtica como mi padre, a quien siguiendo la bimembración orteguiana o la doble adjetivación podríamos calificar como Sabio y Digno, Severo y Austero, Digno y Profundo, Comedido y Pausado, Reparador y Sanador. Este juego de binomios irreversibles me llevaba a planearles a mis alumnos si eran dos o una sola persona: Ramón y Cajal; Ortega y Gasset; Gabriel y Galán; Iriarte y Samaniego, etc.
En definitiva, mi padre era un clásico que pensaba, como Cicerón, que su conciencia tenía más peso que la opinión de todo el mundo; y que la honradez es siempre digna de elogio, aun cuando no reporte utilidad, ni recompensa ni provecho. También pensaba como Sócrates que la verdadera sabiduría está en reconocer nuestra propia ignorancia. Mi padre no quería ser el único sabio o rico entre ignorantes y pobres.
Ahora os contaré alguna anécdota de sus coches, sus perros, sus cacerías, sus cartas comerciales, su amor platónico, su anticlericalismo que fue moderando con el paso del tiempo, etc.
Muchísimas gracias por haber asistido a esta presentación»
Por su parte, Juan Manuel González Cabezas, autor del prólogo del libro, intervino con las siguientes palabras:
«Buenas tardes, bienvenidos todos a este acto.
Enhorabuena a la Editorial Treveris, especialmente a Fernando Sigler, y a quienes han compuesto este interesante y hermoso libro.
Confieso que cuando vi por primera vez el índice de esta Memoria inacabada, pensé que podría tratarse de un texto inconexo y poco compacto, una mezcla de perspectivas( palabra orteguiana) y autores, una recopilación de artículos, cartas, historias de familia, retratos de postguerra y otros documentos.
Nada más lejos de eso me encontré al acercarme a sus páginas, entonces pude comprobar que se trataba de un libro coherente y vertebrado en torno a la biografía de los intereses del autor, en torno a sus inquietudes y desvelos, que no son otros que El Ser incardinado en la sociedad en que vive, su presente, su pasado y su futuro.El presente reflejado en sus artículos de época y postguerra, el pasado en la biografía de su padre y en las cartas de Rafael Cabezas Vegazo, y el futuro en las páginas dedicadas a la fundación de este instituto donde nos encontramos.
Pienso que estamos ante un documento respetuoso, delicado y coherente sobre la sociedad del siglo veinte en nuestra geografía, en Ubrique.
Pero no es solo el valor documental lo que destaca en la obra, también tenemos que detenernos en el valor literario y ensayístico de sus artículos, escritos en una prosa austera, elegante y precisa.Yo destacaría tres características de la prosa de Prudencio Cabezas.En primer lugar la subordinación de la palabra a la realidad que pretende representar, esto es, sin concesiones ornamentales al bulto de la no verdad; por otra parte el desgarro racional en el descubrimiento de lo ético. Su prosa no guarda imposturas y en los asuntos de la guerra se ocupa de «psicoanalizarlos» hasta hallar el verdadero héroe de cada suceso narrado y por defecto desenmascarar a quién no lo fue.Y por último destacar en su prosa la originalidad de sus preocupaciones como son la ecología, su amor a los árboles, la educación como futuro(este instituto es un ejemplo), y la necesidad de admirar lo que existe en el otro de admirable(grado supremo de la gratitud).
En cuanto a su pensamiento, Ortega lo asiste pero él lo interioriza y lo adapta a su propia geografía. Los que hemos conocido cómo devoraba y procesaba las páginas de Ortega y Gasset, hemos entendido que este filósofo era una necesidad sustancial para sobrevivir en la sociedad en que al autor le tocó vivir. Su inteligencia estuvo en elegir a un pensador de largo recorrido, actualmente Ortega sigue siendo un referente en el pensamiento occidental( véanse María Zambrano, Susan Sontag, Julián Marías, Vargas Llosa, Stephen Pinker, Rodríguez Adrados, José María Herrera, etc etc). Prudencio Cabezas no ha sido un discípulo cualquiera, ha sido un discípulo absoluto, permanente y de guardia, un raciovitalista que ha sembrado mas de mil árboles, ha regalado más de mil libros dedicados, y ahora postumemente nos regala esta hermosa Memoria inacabada».
Cerró el turno de intervinientes Prudencio Cabezas Cabello, autor del epílogo del libro.
A continuación, se dio la palabra al público asistente, con varias intervenciones de personas que tuvieron relación profesional y personal con el autor de la obra póstuma.
El libro Memoria inacabada está a la venta en librerías y en la distribuidora Azeta.