Destierro estival
Texto y foto: Pedro Bohórquez Gutiérrez
De chico hasta entrada la adolescencia soportaba mejor el calor. Sería porque hasta los dieciséis años pasé los veranos en Los Bujeos, con su casa en una colina próxima al alcornocal, salvo el periodo del año 67 al 70 en que mi padre trabajó en el Colegio Libre Adoptado (CLA) y tuvo arrendado el campo. Al principio, hasta el 66, año en que, durante nuestra estancia estival en el campo cumplí los cinco y primero del que guardo clara memoria, no prestada o apuntalada por los relatos de mi madre o de mis dos hermanos mayores, esas estancias podían alargarse hasta las navidades e incluso hubo un año, cuando todos los hermanos éramos pequeños y mi padre decidía suplir la escolarización con las lecciones diarias que suponía nuestra vivencia en el campo, d...