Una preciosa estampa de la primavera ubriqueña
Texto: Julián Macías Yuste
En aquellos días, ya inconfundiblemente primaverales, en los que las horas de luz y la temperatura habían superado ampliamente a las oscuras y frescas invernales que acababan de terminar, de las pequeñas, pero bellísimas casitas que conformaban el incomparable y majestuoso marco del ubriquealto, abigarradas en su conjunto bajo la protección rocosa del Tajo, que más bien daban la sensación de portalito de Belén que de mano humana, como era ese núcleo primitivo y antiguo de la bien ponderada villa, por las empinadas y estrechas callejuelas, que ya empezaban a estar sumamente engalanadas de infinidad de flores, así como perfumadas del dulce jazmín, y el embriagador azahar de numerosos naranjos, y sobre todo del limonero, que en gran número, cargados de su beneficio...