Texto: Pedro Bohórquez Gutiérrez
Ha fallecido Francisco Collado Jara. Fue mi maestro en el curso 1971-72 en el colegio público Víctor de la Serna y guardo de él y de ese curso escolar un buen recuerdo, a pesar de los muchos años transcurridos. Tenerlo como maestro (hablo de mi particular experiencia) supuso un antes y un después en mi corta trayectoría escolar por aquel entonces. Con él mi promoción inauguró en Ubrique la hoy añorada EGB (entrábamos en quinto). No sé qué dirán mis compañeros de entonces, pero a mí tenerlo como maestro ese año lejano me rescató de la grisura y la mediocridad de la escuela de entonces, lastrada todavía con las rémoras de una pedagogía cruel donde el palmetazo y la bofetada eran el pan nuestro de cada día, la misma que mantenía y practicaba aún, entre otras inercias, el lema de que la letra con sangre entra.
En la distancia, recuerdo que los métodos de Don Francisco Collado, como le llamábamos, supusieron una revolución (hablo desde mi corta experiencia de entonces) que vino a rescatarnos de la apatía, el retraimiento, la mezcla de miedo y deseos de evasión que nos inspiraba una escuela presidida por las fotos desvaídas de un señor cuya efigie estaba en todas partes (en los sellos, en las monedas…) y de José Antonio, al que cada 20 de noviembre había que cantarle el Cara al Sol, brazo en alto, ante la cruz a los caídos que por entonces (finales de los 60 y hasta no hace mucho) estaba en la puerta de la Iglesia Parroquial.
Con don Francisco Collado, como le llamábamos sus alumnos a pesar de su juventud, la escuela (e insisto, hablo desde mi personal experiencia) se convirtió en un espacio estimulante y ameno, donde las horas pasaban volando e iba arraigando en uno, al tiempo que descubría ignoradas capacidades (asfixiadas hasta entonces por el retraimiento y el miedo), el gusto por el saber, el mayor legado que un maestro puede dejar a sus alumnos. En mi caso, insisto, con don Francisco Collado, fue así, y además me reconcilió con la escuela y me hizo conocer su condición esencialmente alegre y humana. Y eso gracias a un trato comprensivo y cercano al servicio de unas dotes pedagógicas y un conocimiento didáctico que eran toda una lección. Y esto ultimo lo afirmo recordando esos años desde la distancia y una inevitable experiencia en el oficio. Me podía extender en esto último pero basta con recordarlo en su conjunto sin entrar en detalles, pues mi intención es dejar constancia de mi agradecimiento en la distancia y dar mi pésame a su familia y amigos.