'Rebeldes Femen', por Casiano López

LOS PARAÍSOS PERDIDOS
Casiano López Pacheco

Femen.
Femen.
En el sacrosanto templo donde habita la soberanía nacional, encarnado en la suma de sus 350 diputados extraídos de los diferentes partidos que conforman el arco parlamentario, al que en muchas ocasiones hacen tambalear con su famoso absentismo, se colaron la pasada semana unas cuantas vestales de hermosos y desnudos pechos, cimbreados y agitados por el esfuerzo de encaramarse a la columna de la Tribuna de invitados del Congreso. Desde tal altura se encararon con el ministro de Justicia -de cara de efigie- para reclamarle el derecho al aborto, desafiándolo con la punta de sus pezones y sus lenguas libertarias como única arma, frente a la seriedad, grisura y mediocridad de un gobierno que nos tiene empantanados, tristes y melancólicos debido a sus impopulares medidas y a sus repelentes casos de corrupción, tan asquerosos como los que salpican a la Junta de Andalucía por otro dinero extraviado.

De nada nos anima entonces ese leve repunte que indica una hipotética recuperación que tardará lo suyo en plasmarse en algo que sea más que palabras, aparte de ese paradójico incremento en el número de millonarios que han aumentado en España en un 13% y que nos deja como estábamos.
Pero las activistas de Femen no habían montado el pollo por una cuestión monetaria o para reivindicar un puesto de trabajo. Querían algo superior. El derecho a decidir sobre su propio cuerpo en cualquier supuesto que implique traer otra nueva vida a este ingrato mundo donde el mal cotiza en alza en miles de frentes y escenarios dispersos.
Con tono lacónico y cansado, el presidente del Congreso, ordenó de nuevo que hicieran el favor de desalojar la tribuna de invitados, no fuese a ser que los señores diputados de distrajesen de su tarea, y que se marchasen por el mismo lugar por donde habían venido. En vista de que su sincera petición no fue atendida, las protestonas señoritas fueron desalojadas a la fuerza y manoseadas sin querer- ya que sus cuerpos no son objetos eróticos- por los encargados de seguridad, que no sabían donde poner las manos para agarrarlas.
Es curioso cómo se sigue recurriendo a la desnudez cuando se trata de llamar la atención sobre cualquier asunto, sea de la naturaleza que sea. Con los pechos al aire se tiene garantizada una portada o un titular, aunque supongo debe haber otras formas de reclamar lo mismo.
Para lo que las activistas demandaban hubiese sido más epatante, más espectacular , desnudarse del todo y señalando ahí mismo, por donde vienen los niños al mundo, reafirmarse taxativamente que ellas hacen lo que les sale del coño. Sin más y sin menos. Lo que venga después, lo del aborto es un tema de mayor calado y moralmente delicado, que el Sr. Gallardón y los demás miembros del gabinete deben suponer, porque aunque sean políticos profesionales, deben tener su corazoncito y sus cositas bien guardadas.
Pedir ese derecho, con las domingas al aire, símbolo nutricial de vida no deja de ser un contradios. A no ser que su exclusiva función sea el placer. Lo que no deja lugar a dudas es que resulta más agradable contemplar la escena de ver a estas guerrilleras urbanas gritando a pulmón abierto sus derechos, que a un puñado de guardias civiles pegando tiros al techo del hemiciclo que un estúpido operario o subcontrata ha tapado en el último adecentamiento de los altos del Congreso, borrando de un plumazo un vestigio de la memoria histórica más reciente.

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