LOS PARAÍSOS PERDIDOS
Por Casiano López Pacheco
Me encantaría saber qué grabaría en uno de sus aclamados vídeos el ciberactivista de Cádiz Karlos Puest – o comúnmente, Juan C. Prieto García- sobre el duro camino a la imputación de dos vacas sagradas del socialismo andaluz más cinco ex consejeros que amenizarán la fiesta. Ambos, ex presidentes de la Junta con incontables trienios de servicio público en diferentes puestos, están ahora mismo a los pies de los caballos, por el permanente caso de los ERE. Menudo ingenio y coña marinera improvisaría con tan delicado material pirotécnico el amigo Puest, que superaría en búsquedas y visionado al polémico video de Miley Cyrus, en que aparece desnuda sobre una bola de demolición.
El efecto no pudo ser más devastador ni más demoledor que hacer coincidir el anuncio del auto de la Jueza con la puesta de largo del nuevo Gobierno de Susana Díaz. De repente, las sonrisas y parabienes se transformaron en muecas y algún que otro consejero-a, de estreno, comenzó a mostrar con sumo cuidado, la puntita de sus afilados colmillos, pidiendo carne donde morder, salivando lentamente.
Sí es cierto que como afirma la instructora, Manuel Chaves, primero y José A. Griñán, después, eludieron el cumplimiento de la Ley de Subvenciones “ que sujetaba el procedimiento a estrictos trámites y a los controles de la Intervención, provocando además millonarias desfases presupuestarios cada año durante una década”, la cosa tendría miga.
El fondo de la cuestión es que ambos niegan la mayor y por lo tanto, no saben nada, ni siquiera por qué la Jueza va directamente por ellos con esta estrategia que tanto jode al PSOE, al condicionarle su agenda política siempre. Por supuesto, no van a autoinculparse voluntariamente declarando y poniéndose bajo el dedo flamígero y acusador de la implacable Jueza, a la que nadie puede negarle el don especial de saber escoger el instante cumbre para hacer públicos sus inquietantes autos. Así que de inmolarse, nada de nada y gratuitamente, menos.
Sabemos de buena fuente que el Sr. Griñán no está para nadie y que espera impaciente su nuevo cargo de senador, que se merece por sus galones, afirma suspirando por estar aforado, a la par que serán nombrados su escudero Mario Jímenez – por los servicios prestados a la causa- y la mutiusos María del Mar Moreno, que vuelve a coger las maletas rumbo a Madrid, ora pa arriba, ora pa abajo.
De esta forma, el ex presidente de casi de todo elude- un privilegio más- la justicia del común de los mortales para que lo suyo, llegado el caso, lo revise el Supremo, estrenando mientras mullido asiento en el Senado- una Cámara de notables obsoleta que sólo produce gastos por su inutilidad manifiesta. Con pocas funciones vitales, su fin principal es recibir a estos elefantes sagrados, a estas frágiles vasijas a las que hay que preservar de cualquier fractura, de cualquier perturbación que pueda afectar al delicado engranaje que mueve el corazón o el bolsillo de estos prohombres de partido de denso historial público, a los que se premia con un escaño en la Villa y Corte, para sellar sus labios hasta nueva orden, con la golosina de un exilio dorado e instrancendente.
Pinta mal, pues, el trienato de Susana Díaz. La sombra de la corrupción planea sobre su próxima gestión, por mucho que pretenda su nuevo gabinete alejar los fantasmas del pasado más reciente, del que ella ha sido mano derecha y ahora cabeza principal, con lo cual asume lo que le venga de sus predecesores. Un regalo envenenado del mismo calibre que la paranoia secesionista catalana, que avanza imparable a un camino sin retorno del que será imposible escapar, ante la pasividad de la sociedad y de la clase política.
Verdaderamente no estamos, como se dice, al final del túnel, y los socialistas, tanto los viejos como los nuevos carrochos seguirán recortando en todo, al igual que los azules peperos. Que no nos venga la flamante Presidenta, como el extinto Griñán, diciendo que la Educación es su máxima prioridad tal como ha dejado caer recientemente a los medios. Que no nos mientan más, por favor.
Somos realistas, sabemos que cambiamos de collar pero no de perro. Lástima. De nosotros, principalmente.