Semblanza y poema

Una aproximación a mi hermano Francisco de un amigo, José Domínguez Hoyos, cuyo afecto ha sabido mantener intacto desde su adolescencia en los años compartidos en un colegio en Ronda, y quien tendría mucho y valioso que decir y escribir de él porque supo verlo desde siempre en su esencial humanidad y con el conocimiento de una amistad duradera y profunda, a prueba de tiempo y de distancia, con sus secuelas de olvido. Sus palabras espontáneas surgen de la inmediatez de la noticia de su fallecimiento y aunque se publican ahora con cierto retraso, treinta y nueve días después de ser escritas, contienen la vibración de la emoción y del dolor contenido y contribuyen, como otras que las han precedido en El Periódico de Ubrique (a quien doy las gracias en nombre de mi familia y mío) a perpetuar su recuerdo entre los que lo quisimos y lo seguimos queriendo. Un recuerdo que, como llama inextinguible, no se agota y se nutre de palabras compartidas también, como no se agota la figura de un ser en su fondo inaprehensible aún en la suma de perspectivas y visiones diferentes. Las palabras nunca restituirán al ser en su verdad última y su complejidad, pero nos dejan su consuelo cuando vienen dictadas por un afecto genuino.
La semblanza va acompañada de un poema inédito de un libro que se viene fraguando en los fondos del autor y que mientras se hace no sabe aún en qué parará, pues la escritura en él es sobre todo un proceso exigente que se cierra en sí mismo y en el acto de un continuo hacerse y deshacerse.

Pedro Bohórquez Gutiérrez

 

Texto: José Domínguez Hoyos

Francisco escondía su sonrisa detrás de las horas, como también los minutos eran la madriguera de su dolor. Pero era un dolor azul que se iba por los dedos y desembocaba en la guitarra.
Como yo era padre de dos niñas, algunas veces me pidió consejo educativo para su sobrina Ana. No necesitaba ningún consejo, claro, la bondad se le subía a las orejas partiendo de los ojos.
Encontraba gracia y don en espacios imaginarios, insospechados. Esto suele ocurrirle a los poetas y a los niños y también, de otra manera, a los chivitos.
Nunca pedante, compartía conmigo las mismas pasiones filológicas El amor a las lenguas clásicas eran en él un instrumento de percepción de la realidad.
Lamento la pérdida de un cuaderno escolar en el que estaba de su puño y letra una traducción de los Remedios de Amor de Ovidio. Yo disfruté mucho de esa traducción, porque tenía un ritmo suave y a compás. Nos reíamos porque tenían un ritmo de soleá los versos del poeta latino. Y eso nos hacía gracia. Era un disparate del que disfrutábamos.
En poesía seguía el proverbio latino de que los sentimientos son de todos, pero solo la forma es divina. Era su opinión en la polémica contenido/forma.
Muy apacible de carácter, embridaba los momentos de indignación con sobreconciencia. Tenía la facultad de poderse ver como en un desdoblamiento inteligente de distanciamiento de sí mismo. Como era muy humilde disculpaba la vanidad de los otros.
Yo me quiero quedar con su sonrisa bondadosa y estoy convencido de que en los últimos días tuvo que pensar en Lucrecio: cuando nosotros estamos la muerte no está, cuando la muerte está, nosotros no estamos.
Pero en el caso de su particular ida, lo sé, se ha ido quedándose para siempre en los que lo hemos querido. No voy a llorar. Ahora no quiero. Para mí está vivo.

José Domínguez Hoyos
21 de noviembre de 2021, Arriate

 

Para Francisco Bohórquez Gutiérrez

Hace falta evocar un flamante corazón
para que la voz púrpura florezca.
Y entre el amor y la gresca
sin navajas la guitarra suene.

Un poco de dulzura mal no le viene
ni al tango salobre ni al tiento.
Dejemos, pues, el vinagre en la alameda. Yo siento,
allí la presencia de un trébol de cuatro hojas,
que si la suerte no se deshoja
la amargura queda para siempre.

Francisco, con la borrachera ya llegó la aurora.
Más locos estamos que un grillo en una mano.
No estridula su canto, sino el trémolo de tu mano,
cuerdas y alcohol son el son de enemigo malo.

Pero el genio, en suerte, juega al póker,
contra el día muy liviano. Es casi verano
y hay exámenes en junio. Volvamos
al internado y entremos por las ventanas a las camas,
sin monsergas, ni óperas ni peroratas:
que como en imprenta un texto,
si los dedos te tiemblan
también en la guitarra hay erratas.

José Domínguez, Arriate.

Playa de Cádiz.
Playa de Cádiz.

 

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