OPINIÓN
Texto y fotografía: Paco Solano Carrasco.
Fuente: Manos y magia en la piel.
En la madrugada de la Noche de las Candelas, cuando el estampido encadenado de los gamones retumba en el eco de la sierra que te vio nacer, el sueño tuyo fue para siempre. Desde tu más tierna infancia, el soniquete que emitían las patacabras al contactar madera, piel y mármol, te acompañó en la fábrica de Santa María, la de tu primo Chani o la Cooperativa Cudan, donde fuiste socio fundador. Recuerdo la alegría que expresaba tu cara cuando las escuchabas por cualquier rincón o calle.
Las diferentes vueltas que diste a España acompañado de muestrarios y maletas, donde siempre hacías gala de tu gran memoria para ubicar calle y nombre del cliente, te forjaron en la sabiduría del conocimiento certero de los entresijos de este mundo tan maravilloso que es nuestro monocultivo de la piel, el que conocías y amabas desde la noche de los noques hasta la era de las grandes firmas.
Juan, fuiste un colaborador fiel y perseverante con Manos y Magia en la Piel, o como tú decías «nuestro museo»: desde catalogar y datar una pieza a sacarnos de dudas en cuestiones que planteábamos.
Las tardes de tertulia que solíamos mantener nos trasladaban a la época de los monederos de tacón, de boquilla, las luqueras o los descuentos de pronto pago que hacías en tus notas de pedido, donde las carteras se pedían por docenas, sin olvidar aquellas tardes de fútbol en el campo de San Sebastián, con los enfrentamientos entre Acción Católica y Balompédica, que bien nos documentaste fotográficamente con los nueve equipos de la liga local.
No quiero dejar de mencionar a María Teresa, tu compañera de toda la vida, y a Chico, el que salía al encuentro a nuestra llamada, y este que escribe que tendrá presente el final de tus reflexiones.
Hasta siempre, amigo.