La asamblea local de Izquierda Unida de Ubrique difundió el siguiente comunicado con motivo del Día contra la Violencia de Género, que se celebra el 25 de noviembre: «Un año más, este día se convierte en un día de denuncia de la violencia contra las mujeres, la violencia sexista y machista, que no tiene tregua. También tenemos que denunciar en este día la violencia institucional que se ejerce contra las mujeres a través de medidas que inciden directamente en sus vidas: la reforma regresiva de las normas laborales y de la ley del aborto.
A las que hay que unir otra forma de violencia psicológica y moral contra las mujeres que socava el camino de igualdad a la que esta sociedad no puede renunciar. Este protagonismo, lamentablemente, le está correspondiendo a la iglesia católica, que como otras religiones siguen discriminando a la mujer por el sólo hecho de ser mujer».
«Venimos asistiendo, en los últimos tiempos, a la creciente presión que está ejerciendo la Iglesia Española a través de la Conferencia Episcopal al Gobierno español, el cual esta siendo muy receptivo a estas propuestas que perjudican y recortan las conquistas, que con tanto trabajo, viene haciendo la lucha de la mujer.
Estas reformas son retrógradas e involucionistas y nos retrotraen a épocas pasadas donde el Estado y la Iglesia ejercían todo el poder sobre las personas.
Afortunadamente las personas hemos dejado de ser súbditos o lacayos y hemos recuperado el status de ciudadanos, como se declarara en la Constitución de la II República española.
Esta lacra social requiere medidas específicas y especiales que proporcionen a las mujeres elementos de prevención y protección reales, y a la sociedad conciencia y cultura políticas para rechazar todo tipo de violencia, y particularmente, la violencia sexista.
Elementos concretos y funcionales, en la sociedad, no faltan para que la violencia aflore y se manifieste con las consecuencias negativas que supone, indistintamente de la gravedad con que se produzca.
Pero si algún antídoto o remedio hay para minorar y hacer, finalmente, desaparecer esta enfermedad que a todos nos debe afectar, sin duda se llama Educación. Es, sin duda alguna, la Educación el vehículo desde donde se sientan las bases para hacer una sociedad tolerante, solidaria e igualitaria. Una Educación Pública, para todas y todos, de calidad, sin adoctrinamiento religioso y sin discriminación por sexo. Que el objetivo de compromiso social de todos los poderes: gubernamental, institucional y ciudadano sea el de la consecución de estabilidad a través del progreso y conquista del Estado de Igualdad, único garante que nos proporcionará mayores cotas de bienestar y felicidad. Que es lo que en el fondo aspiramos las personas».
A las que hay que unir otra forma de violencia psicológica y moral contra las mujeres que socava el camino de igualdad a la que esta sociedad no puede renunciar. Este protagonismo, lamentablemente, le está correspondiendo a la iglesia católica, que como otras religiones siguen discriminando a la mujer por el sólo hecho de ser mujer».
«Venimos asistiendo, en los últimos tiempos, a la creciente presión que está ejerciendo la Iglesia Española a través de la Conferencia Episcopal al Gobierno español, el cual esta siendo muy receptivo a estas propuestas que perjudican y recortan las conquistas, que con tanto trabajo, viene haciendo la lucha de la mujer.
Estas reformas son retrógradas e involucionistas y nos retrotraen a épocas pasadas donde el Estado y la Iglesia ejercían todo el poder sobre las personas.
Afortunadamente las personas hemos dejado de ser súbditos o lacayos y hemos recuperado el status de ciudadanos, como se declarara en la Constitución de la II República española.
Esta lacra social requiere medidas específicas y especiales que proporcionen a las mujeres elementos de prevención y protección reales, y a la sociedad conciencia y cultura políticas para rechazar todo tipo de violencia, y particularmente, la violencia sexista.
Elementos concretos y funcionales, en la sociedad, no faltan para que la violencia aflore y se manifieste con las consecuencias negativas que supone, indistintamente de la gravedad con que se produzca.
Pero si algún antídoto o remedio hay para minorar y hacer, finalmente, desaparecer esta enfermedad que a todos nos debe afectar, sin duda se llama Educación. Es, sin duda alguna, la Educación el vehículo desde donde se sientan las bases para hacer una sociedad tolerante, solidaria e igualitaria. Una Educación Pública, para todas y todos, de calidad, sin adoctrinamiento religioso y sin discriminación por sexo. Que el objetivo de compromiso social de todos los poderes: gubernamental, institucional y ciudadano sea el de la consecución de estabilidad a través del progreso y conquista del Estado de Igualdad, único garante que nos proporcionará mayores cotas de bienestar y felicidad. Que es lo que en el fondo aspiramos las personas».