ARTÍCULO DE OPINIÓN
Francisco Sánchez Moreno
Hoy di uno de mis habituales paseos matutinos por el casco antiguo aprovechando que el sol se entretiene tras Sierra Baja después del amanecer y nos regala unas horas de frescor antes de que los calores del final de verano se apoderen de la mañana. Me acerco sin prisas hasta el mirador de “Ubrique el Alto”, el hermano laico del no menos hermoso mirador del Calvario. Ambos lugares privilegiados para deleitarse en la contemplación del pueblo al abrigo de las sierras de Aznalmara y la Silla, el pico del Adrión, el “salto La Mora”, el Aljibe, Sierra Baja y el Alcornocal… Simplemente sublime. Pero al llegar al lugar referido, habilitado y adecentado en los últimos tiempos para el deleite de los sentidos, y dirigir la vista hacia el suelo descubro consternado que la zona se ha convertido en un “minibasurero” y que muchos de los postes de las barandas de madera allí instalados han sido arrancados de cuajo y yacen maltrechos y moribundos sobre el rústico enlosado. ¡Un mirador para no mirarlo!
No salgo de mi asombro, no me cuadra esta lamentable escena. ¿Esto ha ocurrido aquí, precisamente aquí?, ¿En Ubrique, noble miembro de las Siete Villas, pueblo de habilidosos artesanos de la marroquinería?, ¿En Cádiz donde, fruto de un milenario romance, la sierra y el mar nos regalan luz y paisajes inigualables?, ¿En Andalucía, hogar de grandes civilizaciones, tierra elegida por la cultura árabe en su época de máximo esplendor y que nutrió el pensamiento y las ciencias de España y Europa en los siglos posteriores; Andalucía punto de encuentro entre oriente y occidente, cuna del Flamenco y patria chica de poetas cautivados por sus paisajes y sus costumbres ancestrales como los hermanos Machado, Lorca, Alberti y tantos otros?
¡NO!, no puedo entender estos actos en este noble pueblo. Algo ha tenido que pasar, alguna conspiración silenciosa tramada para mancillar estos parajes naturales.
Tras el sofoco inicial me paro a observar con detenimiento y catalogo rápidamente los detritos:
Latas de refrescos, envases de comida rápida (seguramente hamburguesas), botellas de cerveza y whisky peleón, bolsas y envases de plástico y algunos más sin identificar.
Mi mente se queda en blanco momentáneamente y… ¡zas!, tengo una revelación: alguien está contaminando, posiblemente con aditivos, alcohol de garrafón y excesos de cafeína y azucares el condumio y el churrete que consumen los que parecen ser jóvenes que acuden por las noches a disfrutar del acogedor entorno.
Sin duda el consumo de estas sustancias, añadidas sin conocimiento del peligro que representan, produce en los jóvenes (insisto, lo de la edad es pura conjetura) ataques de euforia descontrolada e incluso locura transitoria que desahogan destrozando el entorno y arrojando con violencia los envases.
Terminado el alienante trance y exhaustos sólo les queda energía para bajar jadeantes hacia el pueblo, incapaces ya de cargar con los restos del banquete.
Todo el mirador amanecerá al día siguiente sembrado con los desechos de tamaña borrachera consumista.
Pero aún puede haber un efecto mucho más nocivo que los descritos en la ingesta de estos compuestos químicos que inocentemente se ingieren: la amnesia total o parcial. Incapaces de recordar lo sucedido la conducta ha debido repetirse en muchas ocasiones a la vista de la cantidad de basuras acumuladas.
Desde aquí quiero alertar a los fabricantes de bebidas gaseosas, comidas rápidas y precocinadas y alcoholes varios que revisen la composición de sus productos y de paso incluyan en la publicidad mensajes subliminales sobre comportamiento cívico elemental y respeto hacia los bienes comunes. A los padres y educadores les pediría que hagan un esfuerzo y concentren sus energías en crear hábitos más sanos de alimentación y bebida entre sus pupilos. Y a los gestores sociales (políticos y allegados)…a estos no los molesto ya que están muy atareados en descalificarse mutuamente.